Ante el espejo postrado e intermitente su mirada por lo que aquel le
estaba mostrando.
Levantó una mano para tocar su rostro y, pellizcándose su mejilla,
comprobó que no se trataba de un sueño.
Siempre había deseado ser otro, siempre insatisfecho de la vida aburrida
y anodina que llevaba; pianista de celebraciones de fin de semana , en vez de
concertista como soñó una vez, pero
cuando en lo más profundo de sus sueños pensaba en ser otro no podía imaginarse
terminar convertido en un animal social.
Esa misma noche se había quedado dormido viendo las noticias en la
televisión y una de las últimas imágenes que recordaba era la de Juan Sánchez,
un asesino psicópata que había capturado la Guardia Civil
intentando huir del país, “lo que mas odio en este mundo, psicópata asesino”, pensó.
No habría podido imaginar ni en lo más profundo de sus pesadillas que la última
imagen que había contemplado en su pantalla de televisión era la misma que
estaba examinando ahora ante aquel espejo roto.
Sonaban por los pasillos el trasiego de unos pasos que daban la sensación
de no saber donde ir. El pánico recorrió todas y cada una de las partes de su cuerpo,
él había soñado ser otro, pero pensaba en el porque de aquel castigo.
Se abrió la puerta de la celda donde se encontraba y dos funcionarios de
prisiones situados en su marco, vestidos de impoluto azul, lo invitaron a
salir. Una vez puestas las esposas, le indicaron que la policía lo estaba
esperando para llevarlo ante el juez.
Sentado en el coche patrulla se miró en uno de los espejos retrovisores y
contempló de nuevo la cara de aquel malvado ser, pero donde los ojos no
concordaban con el rostro, sin duda era un lobo con corazón de cordero.
Llegaron al juzgado y lo sentaron frente al juez. Lo único que salía de su
boca, ante las preguntas que el magistrado le profería, era que aquel hombre no
era él, sino que se hallaba atrapado en un cuerpo que no era el suyo, siempre
había querido ser otro, pero no en lo que se había convertido.
Entre gritos de desesperación ante la impotencia de la situación, el
Magistrado ordenó que lo retiraran de la sala hasta que se tranquilizara.
Comenzó a llorar para intentar desfogarse de su frustración, solo él sabía
lo que estaba ocurriendo, ante los ojos de los demás mortales era Juan Sánchez,
asesino y psicópata.
Retornó a la sala una vez calmado un poco. El Juez, después del
espectáculo formado en la vista anterior, decidió pedir opinión a un Psiquiatra-Forense
para que este evaluara el grado de demencia que padecía el acusado.
Los policías se acercaron al reo y lo levantaron por los brazos, ante el
desvanecimiento moral y físico que manifestaba.
Lo acompañaron por los pasillos entre una avalancha de periodistas que
estaban esperando a que saliera de la sala, así como los familiares de las
victimas que le increpaban con insultos y amenazas de muerte, a lo que solamente
pudo responder con una mirada en la cual decía “ ¡No soy yo! “.
Una vez fuera de los juzgados, caminaba protegido por los agentes con la
vista perdida hacia el infinito.
Le abrieron la puerta del coche y lo ayudaron a introducirse dentro debido
a la flaqueza de sus fuerzas. Alzó la mirada para ver el tumulto de gente que
se había concentrado en la puerta de los juzgados, cuando de repente algo llamó
su atención y lo hizo incorporarse de su lánguida postura, se estaba observando
a si mismo, a la persona que realmente era, el también lo observaba y mostraba
una pancarta que decía:
“Yo también quise ser otro, recuerda, siempre ganan los malos”.
Un grito de pavor ensordeció a los agentes dentro del coche patrulla.
Escrito por Juan Carlos Tamayo Tocino
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