Cuando una persona camina por la
calle, muchas veces ajeno a lo que le rodea, no es capaz de advertir, viendo a
esos niños jugando con sus padres, a esas parejas de enamorados que deambulan
acarameladamente, a esos trabajadores incansables que hacen nuestra
cotidianidad más sencilla, que detrás de todos nosotros hay episodios oscuros,
de abismo moral, que nos merman en nuestra calidad y cualidad humana. Porque a
lo largo de la historia hemos sido marcados por episodios genocidas de
contrastada depravación y humillación. Pero vamos a centrarnos para este
trabajo en un episodio brutal localizado en nuestra todopoderosa Europa, a la
que exhibimos como paradigma de lo “social” y “cultural”, me refiero al
genocidio acaecido en los campos de exterminio nazis en Auschtwitz durante la
Segunda Guerra Mundial.
En concreto nos vamos a centrar en los rituales de iniciación al campo, los
“Lager”.
En las sociedades humanas,
son cotidianos los rituales que suelen simbolizar los cambios sociales que
marcan nuestras vidas y la de todos los que nos rodean, familiares, amigos,
vecinos, etc. En este trabajo examinaremos los rituales de iniciación en
Auschwitz, situado en Polonia. Basaremos nuestro análisis en el magnífico
trabajo etnográfico realizado por la profesora Paz Moreno, concretamente en el
capítulo tercero de “En el corazón de la zona gris. Una lectura etnográfica de
los campos de Auschwitz. Rituales de iniciación al campo”.
El antropólogo francés Van Gennep
en 1909 definió los rituales de paso tan frecuentes en nuestras sociedades, los
cuales agrupó en varias fases, como son el nacimiento, la pubertad (que la
define como la entrada en la vida compleja de una sociedad), el matrimonio, la
reproducción y la muerte. La característica principal de estos rituales es
marcar la transición de un modo de vida a otro, es decir, la transición de
estatus a lo largo de nuestra vida, ya sea a nivel individual como dentro de
nuestra propia comunidad.
Van Gennep, a pesar de las
variantes culturales así como del paso de los años, plantea un esquema que
permanece casi inalterable al tiempo y cuya estructura divide los ritos de paso
en tres partes: “un periodo de separación, donde se deja atrás el viejo
estatus; otro intermedio o de transición denominado marginal, marcado por la
ambigüedad; y un tercero de reincorporación o agregación”. Estos rituales de
paso suelen venir acompañados por marcaciones físicas que representan el nuevo
estatus que adquiere la persona, bien sea en sus ropas, peinados, ornamentos o
tatuajes. Hay que dejar claro, como argumenta Turner, que los rituales de paso
no siempre implican un ascenso social, “La degradación ritual ocurre tanto como
la elevación. Los consejos de guerra o las ceremonias de excomunión crean y
representan descensos, no ascensos” (Turner, 2002:96).
Ahora vamos a centrarnos en el
“lado oscuro” de los rituales de paso que nos importan en este trabajo que son
los ocurridos en los campos de concentración, pero antes debemos aclarar varios
conceptos generales que ocurren en todos los procesos de privación de libertad
como son por ejemplo los esclavos y su procesos de convertirse en los mismos, y
conociendo esto podremos extrapolar estos procesos al los campos de Auschwitz.
Cuando los esclavos se iniciaban como tales debían pasar por dos fases previas,
bien delimitadas y auspiciadas siempre por el amo, que serian en primer lugar
una separación de la sociedad esclavizante cuyo propósito era desvincularlo de
su medio social; y en segundo lugar sufriría una introducción como un ser
no-social. Los rituales pueden variar según la sociedad, pero básicamente
suelen seguir unos patrones que después encontraremos una semejanza, casi
milimétrica, producidas en los procesos rituales en los campos de concentración
nazis, estas marcas simbólicas de esclavitud serian: 1) Rechazo simbólico del
pasado del esclavo, 2) Cambio de nombre, 3) Imposición de marcas visibles de
esclavitud y 4) Asunción del nuevo estatus.
Ahora vamos a centrarnos en el caso
de la “Shoah” (Catástrofe del Holocausto), en los procesos iniciáticos a la deshumanización
que plantea la profesora Paz Moreno, cuya característica principal sería el
caso de técnicas de deshumanización extremas como método de dominación
absoluta. En nuestra disciplina, y como hemos señalado con anterioridad cuando
hemos hablado de Van Gennep, los ritos de paso constan de varias fases y
nuestra misión en este ensayo es utilizarlas para intentar explicar el proceso
de los prisioneros en los rituales de iniciación al campo, que va desde que son
arrancados de su entorno habitual hasta que se convierten en un “Häftling”, es
decir un número, y por último los procesos de reinserción a la vida
social tras la liberación.
Siguiendo el esquema que nos
plantea Paz Moreno en su estudio etnográfico “En el corazón de la zona
gris”, iremos analizando cada uno de los ciclos de deshumanización, y en las
fases en que se dividen, que someten al prisionero a la muerte social y física.
El primero de los ciclos podemos
dividirlos en dos etapas iniciáticas que enmarcan a las dramáticas frases de
deshumanización. La primera de las frases la denomina “Detención/muerte
social”, anterior a la llegada al campo donde el prisionero ignora que se está
iniciando en algo, se destruye su pasado con la incertidumbre de no saber dónde
va y lo que es muy importante, la incertidumbre le hace más vulnerable. En la
segunda de las fases de este primer ciclo que será “El
transporte/marginalidad”, podemos decir que es donde termina el humano y
comienza el prisionero, en lo que será un proceso de destrucción de la condición
humana, siendo el último momento en que conviven con familiares, amigos o
conocidos, y como fase de transito que era se convierte en el último elemento
de referencia fijos para los que sobrevivieran a la catástrofe poder contar sus
testimonios, ya sean directamente mediante sus biografías o conferencias o
mediante los memoralistas como por ejemplo Primo Levi. Y ahora pasamos a la
tercera fase y última del primer ciclo de deshumanización que no es otro que
“La rampa/selección”, donde se quiebra el grupo familiar convirtiéndose en
victimas individuales, siendo la culminación la selección de los “aptos para el
trabajo” de cada fila, sin saber para que estaban siendo elegidos y que la
separación de sus familiares implicaba que seguramente no volvieran a verlos nunca;
perdiendo cualquier tipo de referencia, ignoran el significado de lo que están
viviendo y sólo cobrará sentido posteriormente, cuando los veteranos del campo
les cuenten el significado de las filas en la rampa, significando el final de
sus vidas tal y como las habían vivido antes.
Hay que destacar que en Auschwitz
no hay muerte sino destrucción, ya que desaparecen las referencias culturales y
rituales humanas. Como ejemplo explicativo de estas tres fases que hemos
descrito con anterioridad pondremos el testimonio de Jossef Glück que “fue
empresario textil en Klausenburg y fue detenido el 10 de mayo de 1944 por ser
judío. Fue introducido en un tren el 11 de junio en el cual viajaban 2800
personas. Al llegar a Auschwitz seleccionaron a 400 para trabajar y el resto
fue gaseado, su esposa, sus dos hijos, su madre, su hermana con sus dos hijos,
su hermano y su cuñada habían viajado en el mismo transporte” (Moreno, 2010:
73)
La segunda etapa de este primer
ciclo sería la deshumanización total dentro de los “lager”, esos procesos que
culminarían con la conversión del prisionero en un “häftling”, es decir un
simple número. La primera de las fases de esta etapa la denomina Paz Moreno
como “La rampa después de la selección/primera noche en el campo” que sería el
comienzo de esta segunda iniciación, es decir, tras la selección de la rampa
comienzan las ceremonias de humillación y degradación que sería donde las
personas recién llegadas dejan de ser personas y cuyo fin de los captores sigue
siendo la anulación de toda voluntad humana. Cabe destacar que la gran parte de
estas ceremonias de humillación eran protagonizadas por otros prisioneros,
generando más odio entre los propios prisioneros que se veían ultrajados por
sus iguales, herramienta de miedo que utilizaban los nazis para controlar los
campos con un número de guardias desproporcionado respecto al gran número de
prisioneros. Los prisioneros serian apaleados, vejados y maltratados,
desposeídos de cualquier pertenencia de su vida anterior y eran tatuados con un
número en su brazo izquierdo. Este número, además de servir para identificar al
prisionero cumplía una doble función, servía para estigmatizarlo de por vida,
desproveyéndolo de su identidad humana. Para concluir con este ciclo hablamos
de la tercera etapa, la del “prisionero”, donde el recién llegado se ha
convertido en un número que porta los emblemas del nuevo estatus (cabeza
rapada, pijama de rayas, número en el brazo izquierdo, etc ) alejado de la
pertenencia a la especie humana; por ejemplo los símbolos como el rapado y el
afeitado de la cabeza disminuía las diferencias entre los “hälftling” habiendo
sido el cabello largo un rasgo distintivo entre géneros y un símbolo de la
feminidad, y esto junto con la misma vestimenta y la apariencia física que se adquiere
en el “lager” por razones obvias de desnutrición, podemos percibir el resultado
final de una deshumanización de los prisioneros.
En el segundo y último ciclo Paz
Moreno, que denomina como “Ciclo imposible”, nos comenta que los testimonios
sobre el campo podrían leerse aisladamente en tres periodos diferenciados, por
un lado los dos primeros de los que hemos hablado con anterioridad de
“separación” y “periodo marginal o liminal” y por último el periodo de
agregación que sería el periodo de liberación, curación y regreso a la vida
social de los supervivientes de la shoah. Pues bien atendiendo a esta última
fase, Moreno se basa en dos memoralistas como son Primo Levi y Charlotte Delbo,
que reinterpretan de dos maneras diferentes estas consecuencias en los procesos
de reinserción, porque debemos de recordar que los memoralistas son las fuentes
principales de información sobre los deshumanizados actos que ocurrieron en los
lager. Desde el punto de vista de Primo Levi trata la vergüenza y la culpa al
volver a ser humano, es decir, para él el momento de la liberación estuvo
dominado por sensaciones de vergüenza y culpa, porque ellos habían sobrevivido
mientras que millones de personas incluidas familiares, amigos y conocidos
habían desaparecido en el humo de los campos de exterminio. El otro punto de
vista es el de Charlotte Delbo, una activista política francesa, que cuando fue
detenida pensaba que estaba preparada para lo peor, para lo que
convencionalmente pensaban que se le hacían a los enemigos políticos, pero
cuando llego a Auschwitz se encontró con lo inconcebible. Su memoria quedo
escindida entre el antes y el después del campo de concentración.
Para concluir me gustaría
personalizar una opinión y decir que he aprendido mucho con la lectura,
asimilando muchos conocimientos pero conocimientos dolorosos, comprobando lo
depravado del ser humano y lo peligrosas que pueden ser las ideas según la
interpretación. Que el ser humano es capaz de lo mejor, por ejemplo cuando
amamos o somos solidarios con nuestros iguales, pero también somos capaces de
lo peor, capaces de someter a nuestros semejantes a procesos de deshumanización
simplemente porque pensamos que somos superiores a los demás. Pero aún hay algo
que me estremece mucho y es el mero hecho de pensar que no hemos aprendido de
nuestros errores, que hay personas que se siguen creyendo superiores a los
demás por lo que corremos el riesgo de caer en un bucle continuo de injusticias
y poder seguir cometiendo genocidios como en la actualidad, como sin irnos más
lejos en la extinta Yugoslavia. En los tiempos que corren, con aires de crisis,
la xenofobia y el racismo siguen implantados con fuerza en nuestra todopoderosa
Europa, atribuyendo la culpa al que viene de fuera, y es más no sólo al que
viene de fuera, sino dentro de las propias naciones europeas existen
distanciamientos de carácter racista entre las naciones europeas del norte con
las del sur.
Juan Carlos Tamayo
Bibliografía
- “En el
corazón de la zona gris. Una lectura etnográfica de los campos de Auschwitz”.
Capitulo 3: 63-85. Paz Moreno Feliu 2010. Editorial Trotta.
- “Encrucijadas Antropológicas”. Paz Moreno Feliu 2010. Editorial Universitaria Ramón Areces.
-
Van Gennep
1986 (1909).
-
Turnner
2002: 96.
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