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jueves, 24 de septiembre de 2015

“La Danza de los Tapuyas” del pintor holandés Albert Eckhout

Este cuadro pertenece al pintor holandés Albert Eckhout y representa la realidad indígena de Brasil.
Brasil perteneció al Reino de Portugal a partir del tratado de Tordesillas (1494), tratado por el cual se dividieron los territorios descubiertos en América entre España y Portugal, con el fin de hacer un reparto de las zonas de navegación y conquista del océano atlántico y del nuevo mundo descubierto mediante el trazado de un meridiano, con el fin de evitar conflictos de intereses entre los dos mencionados reinos.
            Los holandeses tenían pretensiones comerciales para con América por lo que aprovecharon la anexión de Portugal por parte de Felipe II (1580-1640), para atacar a Portugal con la escusa de sus enfrentamientos con la corona española, ya que esta pertenencia a dicho reino e instalándose en diferentes zonas de lo que hoy sería Brasil, en la zona de Recife , en la Capitanía de Pernambuco buscando las riquezas del cultivo de la caña de azúcar para la posterior comercialización en la que se denominaba la Compañía de las Indias Orientales.
            En 1637 con el gobierno del Conde Johan Maurits Van Nassau-Siegun, llegaron a Brasil gran cantidad de artistas y científicos, con la misión de registrar aquel nuevo mundo para el conocimiento de los comerciantes holandeses que quisieran invertir en aquella tierra tan rica. Este noble ilustrado y su iniciativa lograron registrar lo que era la realidad brasileña de la época como es el cuadro que estamos analizando de la “Danza de los Tapuyas”, realizada por Albert Eckhout, el cual permaneció en Pernambuco desde 1637 hasta 1644 y al que podemos considerar el primer pintor europeo en lanzar una mirada etnográfica a los nativos americanos.
            No solo desembarcó Eckhout, sino que con él y bajo el mandato del conde Nassau, también viajo Franz Jansz Post, suponiendo para este joven pintor un cambio de horizontes, teniendo entre sus atribuciones, junto con Eckhout, retratar en dibujos, grabados y pinturas los paisajes, ciudades y hechos relevantes del gobierno holandés en este territorio tomado a los portugueses, reduciéndose su producción a dieciocho obras que regresarían a Europa con el retorno de Nassau en 1644, pero con anotaciones y croquis que le serviría, para una vez retornado a Holanda, realizar aproximadamente unas doscientas obras en su totalidad.
            Podríamos establecer aspectos diferenciadores en las pinturas de estos dos autores, mientras que Post se centraba más en el reflejo de los paisajes y vistas de la tierra, lo que le valió galardón de creador del paisaje americano, Eckhout se centró en sus habitantes, su fauna y su flora.
            Los retratos realizados por Eckcout, como el que estamos analizando de “La Danza de los Tapuyas”, debemos entenderlos como la creación de fotos fijas, con su grado de comparativas etnocéntricas, es decir, sus representaciones son instantáneas planteadas con un grado de comparativa occidental, con toda la carga de prejuicios que ese planteamiento conlleva, plasmaba lo que el creía que estaba viendo no lo que esas culturas indígenas realmente podrían decir, recordando que los procesos culturales no pueden tener una realidad interpretativa relativa desde un observador exterior a esa cultura, porque al no pertenecer a esa sociedad podría añadir un grado comparativo interpretativo erróneo.  
            Los indígenas a los que representa en el cuadro son los Tapuya o Tarairiu, pertenecientes al gran grupo de los Je, etnia mayoritaria del Brasil oriental. Los tapuya son originarios de la zona denominada “Río grande do Norte”.
            En el cuadro podemos observar a los indígenas danzar sin saber a ciencia cierta que tipo de danza realizan, quizás una ceremonia de preparación para la guerra o algún tipo de festejo. Los Tapuya no solían guerrear por posesiones materiales, mas bien tenían carácter espiritual, e incluso el canibalismo que se les atribuía era consecuencia de estas guerras, porque no devoraban a sus enemigos, sino todo lo contrario, devoraban a sus propios guerreros lo que podría simbolizar una forma de antropofagia como enterramiento, en  cierto modo sus seres queridos volvían a la vida en el cuerpo de sus familiares y amigos en forma de alimentos.
            En esa danza vemos cuerpos desnudos y vigorosos, con adornos en su rostro y orejas confeccionados en madera, un medio primario y alrededor del cuello, muñecas y tobillos, semillas ensartadas en sogas hechas con hierbas, lo que podría simbolizar su unión con la naturaleza. También se observa en los guerreros tocados en su cabeza hechos con plumas de guacamayo rojo y los tocape que los indígenas sujetan así como las lanzas y sus prolongadores. De estas armas la más singular era el tocape, una especie de maza realizada en madera siendo uno de los extremos mayor que el otro. Esta danza con el movimiento de las armas puede demostrar la ligereza de las mismas. Las mujeres no participan en la danza, solamente parecen ser observadoras y llama la atención que a ellas el autor si les tapa sus genitales.
            Referente a la vegetación que aparece en la pintura, puede observarse las palmeras que aparecen a la derecha, y justo encima de las dos mujeres la rama de un árbol de Caju con sus frutas y hojas, del cual se sacan los deliciosos anacardos. En cuanto a la fauna del cuadro, llama poderosamente la atención el armadillo que figura en la parte inferior derecha, junto a las mujeres, animal autóctono de Sudamérica, así como las plumas de los tocados representa la existencia de guacamayos.
            Debemos tener en cuenta que estos trabajos no se consideraban solamente desde un punto de vista pictóricos sino que entraban a formar parte de un cierto tipo de estatus histórico, ya que a través de ellos los científicos de la vieja Europa hacían sus valoraciones y emitían teorías sobre los descubrimientos, tanto humanos como de la fauna y la flora del continente americano, uno de los mayores rasgos de la representación de la realidad brasileña.

            Como conclusión me gustaría decir que el carácter de esta obra es representar parte de las costumbres de los Tapuya, centrándose en su humanidad y en el sentido de comunidad. El propio Nassau, cuando le presentó los cuadros a Luis XIV, le comentó que estas danzas relataban hechos heroicos de los ancestros en la guerra, de tal manera que las canciones les servían de memoria como a nosotros la historia. 

Escrito por Juan Carlos Tamayo